Un intento por atrapar esos
espacios-momentos-sensaciones que el
ser humano ha seleccionado como eternos.
Los recuerdos evocan todo lo humano: corazón, mente y espíritu. Estos
fragmentos de tiempo: útiles o inútiles, luz u oscuridad en nuestro camino,
encuentros y desencuentros con fantasmas del ayer, sentimientos encontrados…
todos son el resultado de nuestro andar por este mundo, son una síntesis de
vida. Revelen un pasado placentero o no, estamos condenados a almacenar
recuerdos por el resto de nuestra vida. Unos intentamos olvidarlos, expulsarlos
de nuestro ser. Pero basta una palabra, un objeto, un color o un olor para
tenerlos presentes nuevamente. Por lo tanto, muchos nos resignamos a ellos; los
evocamos de vez en cuando –o nos rendimos a su evocación espontánea-. En este
rendimiento a los recuerdos, algunos los gozan, otros los sufren, otros, los
más osados -los verdaderamente creadores de su propio destino-, los
reconstruyen, los enriquecen y embellecen para lograr la reconciliación y
comunión del presente con el pasado.
De esta
manera se presentan los recuerdos de Jesús Cuevas, exquisita recreación y comunión
con el pasado. El reloj, la sopa, la plancha, la sandía… se convierten en
símbolos del pasado, fragmentos de tiempo que el cerebro -o mejor dicho, todo
nuestro ser- decidió conservar en nuestra memoria. Estos fragmentos encuentran
su descanso en los lienzos de Cuevas. Él retoma estos recuerdos del tiempo,
algunos para liberarlos, otros para renovarlos, otros más para desenterrarlos…
porque está convencido de que el arte se crea y se recrea con la esencia de lo
humano, es decir, con lo que el hombre disfruta y sufre en su paso por esta
vida.
En cada
uno de sus lienzos, Jesús Cuevas se representa a sí mismo como testigo o
protagonista de sus recuerdos. Cuevas decide plasmarse como un ave, pues para
él, este animal mítico evoca la libertad creadora, la inocencia de la
sensibilidad. Esta ave vuela del presente al pasado; es el testigo que, al
recrear sus recuerdos, se recrea a sí mismo, evocando emociones, pasiones,
sensaciones y mucho más.
En este
viaje a través de los recuerdos que el tiempo se empeña en atesorar, Cuevas nos
invita a refrescar los nuestros y nos comparte los suyos; al deleitarnos con su
obra, construimos y saboreamos el presente.
María Elena Rodríguez Ramírez
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